Uno de los momentos de mas éxtasis para el cocinero es
cuando se dispone a montar platos… la presentación, la gloria, el arte “Es hora
de demostrar lo que soy capaz de hacer” “Mi obra de arte comestible” y tantos
elogios que pueden pasar por nuestras mentes. Al cabo de un tiempo ya se nos
hace algo mecánico y habitual, pero el diseño de un nuevo platillo es algo tan
emocionante como el descubrimiento de una estrella.
Y no hay misterio, la mejor manera de aprender a montar
platos es realizándolos una y otra vez aprendiendo de otros, y a la larga nos
transformamos en máquinas que cumplimos ordenes de montaje, pero sin saber “por
qué lo estamos haciendo de tal manera”.
¡solo queremos montar platillos! Es prácticamente lo que más
espera el estudiante cuando empieza la gastronomía, únicamente reproducir
aquellas obras realizadas por chefs que vemos en televisión o revistas. En
clases y en la práctica se nos enseñan diversas reglas y principios que
aplicamos en cada ejercicio, pero puede que no comprendamos bien el mensaje o
queremos entenderlo más allá, pues de eso se trata este articulo.
Primero a lo básico, la presentación es la acción de ubicar
los elementos de una preparación alimenticia en un plato u otro con el fin de
otorgar la comodidad al comensal para que le sea fácil y placentero consumirlo.
En el fondo, en épocas pasadas era así, poner la comida al plato en trozos
distribuidos para que al cliente le fuera fácil comerlo; con el paso del tiempo
y la evolución de las artes el montaje tomo riendas artísticas, el cocinero
busca además de facilitar, sorprender y emocionar al presentar verdaderas
piezas comestibles. Aunque en la actualidad, encontramos ocasiones en donde
piensan más en la estética que en el sabor, y eso es lamentable ya que comer un
plato con un bello montaje de sabor y técnica mediocre es desagradable.
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